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Expedición con el apoyo de la colegio de Sydney

America del Sur sin motor

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4 etapa - Pampa

fecha de inicio actividad pais lugar desde - hasta dias km km/ dia comentario
12.02.2013
caminar
Argentina
Pampa
Cerro Castillo (Chile frontiera) - Estancia La Federica
9
383
42

Hierba por todas partes. Camino sobre la hierba, duermo y descanso sobre ella. Cocino y lavo pisando hierba. Respiro hierba. Por poco no acabo comiendo hierba. Me llaman el "hombre-hierba".
Normalmente la hierba es verde, algunas veces es amarilla o marrón. Hay hierbas rojizas, incluso negras. Se ondula como suaves olas en el mar. Es suave y delicada pero también puede ser áspera y desapacible. Grazynka, mi pato hinchable y compañero incansable de aventuras, dió cuenta de ello. Mi pato se quedó sin agua. Es curioso que haya un océano de hierba pero ni una sola gota de agua; no hay ríos ni arroyos y la lluvia se olvidó para siempre de la pampa.
La descripción de la estepa argentina sería incompleta, como siempre, sin mencionar al viento. Territorio solitario, el viento está siempre presente y junto con la hierba son los únicos invitados permanentes de esta zona del planeta. Si yo fuera viento me gustaría ser cómo este viento patagónico: fuerte, preciso, haciendo lo que debe: soplar. No puedo luchar contra el clima, lo acepto tal como viene y eso me ayuda a soportar las duras condiciones a las que me obliga.

Tuve miedo en esta parte del viaje de poder morirme de aburrimiento. Solo hierba y viento, nada de agua, durante dos semanas. Parecía vivir en otro mundo.

La vastedad de tanto espacio llenó mi corazón y el sonido del viento no me permitió escuchar mis propios pensamientos. Tras despedirme de Ewelina cambié mi equipaje -mi hobby del último año fué coleccionar un equipo muy ligero. Leí, pregunté, estudié y experimenté. Iba modificando mi material poco a poco, eliminando cosas de mi lista que consideraba "innecesarias". Al final me quedé con un reducido equipaje de menos de 8 kg (más comida y agua). Tengo que agradecer la ayuda y la experiencia de David Booth de Canberra.

Pero no entré con buen pie en Argentina. Primero, los policías fronterizos no me permitieron ir a ver un partido de fútbol y un día después, en El Cerrito, perdieron mi paquete con la comida. Al hombre que allí vivía no le importó una mierda, él no sabía nada y nadie le dijo nada... Pero lo peor fué que no quiso venderme una parte de su stock de comida y me hizo comer mis últimas reservas fuera de la casa, delante de la puerta, como un perro. Así, tuve que caminar rápido y mucho hacía mi siguiente punto de abastecimiento.

Al día siguiente perdí mi cámara de fotos (no sé qué cojones pasa conmigo!). Suerte que dando una vuelta rápida de 2.5 km hasta el último alto que había hecho en el camino anteriormente, pude encontrarla a un lado del camino. Por la noche dormí cerca de una casita, como agradecimiento le ofrecí al dueño una carne buenísima que me habían dado con anterioridad. El hombre agarró la carne y se largó, me quedé en mi tienda sin comida y más solo que la una. A perro flaco todo son pulgas...

Pero no todo iban a ser malas notícias, la decisión que tomé de tirar por el recto fué positiva. Al principio tuve un poco de miedo de cómo iban a reaccionar los dueños de las fincas ya que yo tenía que pasar por sus tierras. Me dispararán sin avisar? Me soltarán a los perros? Salté la primera valla con cierto nerviosismo, la segunda también, a la décima ya me relajé y dejé de pensar en ello. Fuí siguiendo el camino que marcaba la brújula. Lástima de no tener un buen mapa de la zona ya que me estaba gustando mucho más que ir caminando al lado de la carretera. Tomé un atajo por las colinas cerca de Tres Lagos. Me ahorré medio día de camino pero perdí una oportunidad de abastacerme. Tuve la idea de pedir a un camionero que avisara en la próxima gasolinera a alguien que vaya en dirección contraria si podía traerme mi paquete con mis suministros. Parecía un buen plan pero la realidad fué que solo pasaron 4 coches en 24 horas. Pero justo en el momento en que iba a perder la esperanza y empezaba a considerar que tipo de hierba tendría mejor sabor y sería más nutritiva, llegó mi comida!

La variedad de animales que me iba encontrando hicieron mi recorrido más atractivo. La mayoría de ellos salían huyendo cuando me veían y algunos otros se reunían en rebaño. Las ovejas fueron las más confiadas, pude acercarme hasta pocos metros de ellas y solo se fueron cuando ya había pasado de largo. Me hizo gracia. Con las liebres me pasó algo parecido, hasta en tres ocasiones estuve lo sufcientemente cerca como para poder haberlas matado.
Sin embargo, los caballos y alguna vaca me seguían a una distancia prudencial. A los guanacos se les oye antes de verlos.
Normalmente, el guanaco dominante, permanecía orgulloso en lo alto de la cresta y avisaba a los otros de mi presencia emitiendo un graznido que sonaba a una mezcla de risa y silbido. Solo fuí capaz de acercarme como mucho a un centenar de metros (solamente en el área de las Torres del Paine los guanacos no tienen miedo del hombre, allí si que es posible tocarlos). Pero los que más díficil me lo pusieron fueron los nandu, una variante local de los emu. No son muy aficionados a posar ante una cámara, ni una foto les pude hacer!

Tuve suerte, en cambio, al poder contemplar un halcón descansando sobre una verja. También ví a un pájaro carpintero golpeando furiosamente el tronco de un árbol, hacía tanto ruido que sufrí por su cabeza. Unos zorros grises me observaban más ellos a mi que yo a ellos. Pero la sorpresa más grande fué encontrar, quieto, entre la hierba, un armadillo marrón. Fué increíble. El pobre estaba tan asustado que le hice unas fotos rápidamente y lo dejé tranquilo con su vida.

Caminando con el cuerpo inclinado hacía delante para minimizar la fuerza del viento conseguí llegar a La Federica. Una estancia sencilla para lo que son los tamaños en Argentina, con 28000 hectáreas y 7000 ovejas y solo tres gauchos trabajando. Allí me esperaba mi otro paquete con alimentos pero hasta que no volvieran los gauchos de sus quehaceres en las tierras no lo pude abrir. Jose y Daniel eran de trato seco, aún así tuvimos algunas charlas interesantes mirando el futbol en la televisión (la corriente eléctrica la proporcionaba un qcena maravillosa (cordero, obvio). Esta gente vive en unas condiciones muy modestas, me recordaron cuando yo era pequeño y iba a casa de mis abuelos -una vieja radio sonando y la madera quemando en la chimenea. Descansé y pude dormir en una cama, comí un montón pero sobretodo me puede hacer una idea del estilo de vida de la gente de la pampa. Lo que más me sorprendió es saber de dónde les viene tanta fuerza a la hora de dar un apretón de manos ya que ni desayunan, ni almuerzan. El mate les mantiene vivos durante todo el día hasta la hora de la cena.

Precios en dolares australianos
pais dias alimento alojamiento pagado (numero) permisos, admisiones guias equipo compra, alquiler equipo y otras flete *transporte otro total
Argentina 9 $305 (0) $0 $0 $0 $0 $0 $0 $101 $406
CD $8
perdi comida $63
perdi efectivo $22

 

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