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Expedición con el apoyo de la colegio de Sydney

America del Sur sin motor

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5 etapa - Andes

fecha de inicio actividad pais lugar desde - hasta dias km km/ dia comentario
21.02.2013
caminar, escalar
Argentina
Estancia Federica - frontera en Rio Mayer
6
217
36
perdí de camina - 3 días/100 km extra
27.02.2013
caminar
Chile
Rio Mayer - Chochrane
6
187
31
sin Villa O'Higgins
05.03.2013
descansar
Chile
Chochrane
1
0
0
total
13
404
31

No puedo moverme en ninguna dirección. Arbustos, matorrales, ramas, trampas para animales por todas partes. Un paso para adelante y de repente... crack! Me caigo, me voy hacía abajo, no hay nada que impida mi descenso. Dos pasos más, un acantilado! Me caigo por quinta vez, debo tener cuidado, por suerte aún no me he roto nada. De momento, el parte médico se reduce a arañazos y heridas superficiales en brazos y piernas, nada grave. La mochila también ha sufrido daños pero lo peor ha sido el ritmo: un kilómetro por hora. No he avanzado nada. ¿Será igual en los siguientes 50 km? ¿Lo conseguiré?
La decisión de dar media vuelta me resulta muy dolorosa., la contemplo como una derrota. A veces uno tiene que aprender a rectificar sobre la marcha y tragarse el orgullo y así, pongo rumbo al Sur; aislado, hambriento, mojado. Después de 100 km volví al mismo lugar del que había partido.

Hace tres días un gaucho que me encontré por el camino me recomendó una ruta más “fácil” y corta hacía la frontera con Chile pero sin mapas o una descripción mejor no me atreví a tomarla.
De manera que volví a mi plan inicial: contornear la montaña. Pero pronto advertí que este plan tampoco iba a ser sencillo; tenía que atravesar dos profundos barrancos. La mochila con el avituallamiento para dos semanas pesaba muchísimo. Era un lastre muy grande. Para aligerar la carga tuve que redistribuir el equipo; en los bolsillos de los pantalones guardé cosas pequeñas pero pesadas, me las colgué del cinturón también. Tuve que desprenderme de todo que no fuera imprescindible. En una palabra; estaba enloquecido.
La lluvia convirtió el suelo en un pastizal, el barro se enganchaba en mis zapatos, pesaban una barbaridad, dificultando mis movimientos. A pesar de todo no estaba tan mal, continué hacia el norte bordeando los barrancos y durante 5 días solo encontré 2 casitas de pastores.
Naturaleza en estado puro, como a mi me gusta. Los pastores me metieron el miedo en el cuerpo al explicarme historias sobre los pumas que son muy numerosos en la región. Afortunadamente advertí que a los pumas les gustan más las ovejas que los hombres. Sin embargo, cuando vi de lejos a un animal gris, con larga cola, empecé a hablar en voz baja para espantarlo. Funcionó, el animal huyó pero seguramente se trataría solo de un zorro.

Por fin fui a parar a una pista forestal y pude dirigirme hacia la frontera. Encontré solamente unas casitas de los aduaneros pero desgraciadamente allí no pude comprar comida. Poco después ya me adentré otra vez en la montaña. Esta vez iba bien preparado; en Chile pude disponer de mapas topográficos 1:50.000, además, en el GPS tenía marcados los puntos que antes había señalado en el Google earth. Brújula, mapas, GPS... sabía donde estaba y eso me daba seguridad. Psicológicamente era de gran ayuda.
Pero la alegría dura poco en casa del pobre. Tuve que atravesar 150 km de jungla salvaje. No era el hábitat de ningún ser humano. Tuve miedo. Las dudas me asaltaban; ¿podré cruzar los ríos, los barrancos, los bosques frondosos? ¿tendré suficiente comida? En pocas palabras: miedo a una nueva derrota posible.

Resultó que por mi camino pasaron de vez en cuando algunos pastores a caballo. Tampoco me fue de gran ayuda ya que soy el “hombre pierdecaminos”; así me llaman. Hay miles de caminos pero ¿cuáles son los que me van bien a mi? ¿qué caminos son los de los animales? Y ¿cuántos de ellos acabarán en un barrizal o en un pantano? Está claro que escoger el camino correcto es todo un arte. Durante el trayecto tuve que estar muy concentrado (mirando el mapa, comprobando la brújula, el GPS y el terreno con suma atención). A veces tenía que atravesar zonas de mucho arbusto y matorral, bordear profundos barrancos o lagos, sortear acantilados pero no me importaba ya que tenía el privilegio de encontrarme en un lugar precioso y tranquilo.
Parte de la rutina consistía en cruzar ríos. Los pequeños los salvaba saltando de piedra en piedra, los medianos en sandalias y los más grandes, directamente, ya sin pantalones. El penúltimo día tuve que atravesar 10 ríos por lo menos, los más grandes hay que pasarlos por la mañana porque por la tarde los glaciares empiezan a fundirse y elevan el nivel del agua. En uno de ellos me llevé un gran susto.
Qué diablos! Yo ya había pasado por aguas peligrosas... pero confiarme y tomarme el paso del río a la ligera fue un gran error.
Entro en el agua, doy un paso, dos, tres... pero algo no va bien, la corriente me gira, me envuelve, me engulle hacia el fondo, pierdo el equilibrio... No, aún estoy de pie. Pierdo una sandalia. Con el pie desnudo piso rocas afiladas que me producen cortes dolorosos. No puedo dar un paso más porque eso supondría mantenerme con una sola pierna y la corriente me podría arrastrar, podría llevarse mi mochila. Me quedé bloqueado en el agua fría y aún así no paraba de sudar... Por fortuna, al final logré escabullirme de la fuerza del agua pero aprendí una lección que no olvidaré jamás.
Esta vez perdí una sandalia, anteriormente fueron un pañuelo para la cabeza y una botella de agua, además el viento patagónico desgarró un bolsillo trasero de mi pantalón y se llevó todo mi dinero. Mi dinero salió volando pero es que poco antes había estado lamentándome profundamente por la pérdida de mi GPS. Sin duda alguna, la Naturaleza se cobra su peaje.

Dos excursionistas (los únicos seres humanos que vi en dos semanas) me regalaron unas pocas patatas, avisándome que
- “eso no tiene sabor”.
Ellos no sabían que yo tenía el mejor condimento del mundo: el hambre.
El hambre se convirtió en mi compañero durante muchos días. No pude deshacerme de él. La dureza del camino y la pérdida de parte de mis cosas me obligó a recurrir a mis reservas antes de tiempo. Cada noche, en la tienda, luchaba contra mi mismo para dormirme en lugar de comerme la ración de comida del día siguiente.
Suerte que no siempre fue así. Un día me encontré con unos carabineros (una mezcla de policías, soldados y aduaneros) y estuvimos pescando juntos (la trucha estaba buenísima) pero no fue suficiente para saciar mi apetito. El hambre volvía después de cada comida. Estaba tan hambriento que hurgué entre los restos de mi basura a ver si aún podía encontrar algo comestible, hasta llegar al punto de volver a lamer un vaso de Nutella que ya había limpiado con anterioridad. Me da hasta un poco de vergüenza hablar de ello.
Pero de repente... en la situación de crisis alimentaria que estaba pasando. Oh! Un rayo de luz se apareció ante mis ojos. Un claro lleno de arándanos! Al principio fui recogiéndolos uno a uno, luego a manos llenas, después con botes. Hice más y más descansos, cada vez más largos aprovechando para comer los arándanos que abundaban por allí. Si por casualidad estos frutos eran el alimento de algún animal de la zona, ahora serán ellos los que se mueran de hambre. Una ración de calorías me proporcionó mas ganas de vivir.

Cuando, por fin, me acerqué a un pueblo, pensé que pasaba de un paraíso natural al paraíso de la civilización. Simplemente estos dos lugares pueden ser celestiales porque están uno al lado del otro y ambos son deseables sobretodo si has permanecido mucho tiempo en alguno de ellos.

Finalmente, después de 16 días, vi al primer niño, la primera tienda. Por un poco de dinero conseguí todo lo que necesitaba: carne, frutas y dulces. Volvía al paraíso otra vez.
Y allí, lejos, detrás de mí, en las montañas se quedaron 6 kg de mi propio peso.

Precios en dolares australianos
pais dias alimento alojamiento pagado (numero) permisos, admisiones guias equipo compra, alquiler equipo y otras flete *transporte otro total
Argentina, Chile 13 $243 (2) $29 $0 $0 $21 $0 $0 $37 $330
Equipos de costura, compaq bufanda y sandalias
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