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Expedición con el apoyo de la colegio de Sydney

America del Sur sin motor

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6 etapa - Carretera Austral

fecha de inicio actividad pais lugar desde - hasta dias km km/ dia comentario
06.03.2013
caminar
Chile
Patagonia
Chochrane - Villa Cerro Castillo
7
240
34
pista de piedras
13.03.2013
caminar
Parque Nacional Cerro Castillo
Villa Cerro Castillo - Coyhaique
3
91
30
montaña - perdí sendero
16.03.2013
descansar
Coyhaique
1
0
0
17.03.2013
empujar carrito de supermercado
Coyhaique - cruce Puyuguapi/Pto. Cisnes
4
180
45
bajando en carrito de supermercado
21.03.2013
caminar con mochila
Parque Nacional Queulat
cruce Puyuguapi/Pto. Cisnes - Puyuguapi
1.5
57
38
22.03.2013
empujar caretilla
Puyuguapi - Chaiten
5.5
193
35
Total
22
761
34

  La carretera austral es un proyecto extremadamente difícil y caro que pretende conectar Chile de norte a sur. No es una carretera cualquiera -su recorrido se adentra por un paisaje de bellas montañas, enlazando pequeños pueblos cada cientos de kilómetros- Además, es una carretera muy poco transitada, apenas una docena de coches cada hora. Estuvo bien. Pero ¿cuánto tiempo puede uno contemplar y admirar el paisaje? Así, tuve que hacerme el recorrido más entretenido.

Practiqué mi sonrisa. Si. Sonreía por todo y en todo momento. Con una sonrisa de oreja a oreja caminé con alegría saludando a los pocos conductores que me encontraba por el camino. Algunos de ellos no me contestaron de la misma manera, pero ese no es mi problema.
La segunda cosa en la que estuve trabajando durante esta etapa fue el pensamiento positivo. A cada situación, por complicada que fuera, le buscaba el lado bueno. Por ejemplo; si llueve, pues al menos los coches no levantan tanto polvo. Menos descansos significa que más distancia puedo recorrer. Si hace frío pues no hay mosquitos, no sudo, más ropa llevo encima y menos peso en la mochila... y si hace calor, este es mi favorito; frío, lluvia, viento... No podría disfrutar del sol sino hubiera padecido antes el mal tiempo. Si pierdo el camino pues seguro que me encuentro con algunas cosas nuevas e inesperadas. Cuando me puse enfermo (por primera vez en este viaje) y me vi obligado a acampar antes de tiempo pues también fue una ocasión para descansar más tiempo. De esta manera, con mi cabeza llena de positividad, la vida se me hizo más ligera.

  Para romper un poco la rutina me desvié en varias ocasiones hacía los parques nacionales de Cerro del Castillo y Queulat. Parques preciosos, como siempre. Pero las montañas en marzo me depararon otra sorpresa.
Agarro mi botella, pero ¿qué pasa? No puedo beber. Enciendo la linterna... ah, vale, sólo es hielo. Miro el termómetro: 4º bajo cero dentro de la tienda! Y yo con mi equipo ligero y de verano durmiendo en grandes altitudes. Como siempre, los paisajes lo compensan todo pero por la mañana la marcha es tan rápida (para calentarme) que puedo hacer más camino. Sin embargo, debo tener cuidado, esta es la señal que el invierno se acerca y debo darme prisa por acercarme a la linea ecuatorial.

A veces pienso que este viaje es un reflejo de la vida cotidiana. Tengo la impresión de tenerlo todo bajo control; hay que bajar de la montaña por el sendero oficial del parque Cerro Castillo pero, de repente, sucede algo inesperado y el camino está cortado. Todo el plan inicial se va al carajo. La rabia, la inseguridad, la incertidumbre me invaden. Necesito parar, un respiro.
Pensar lentamente, no tomar decisiones precipitadamente. Analizar la situación con calma. Puedo solventar el contratiempo, mi error (o el de otros). Tengo que adaptarme a la nueva situación, por difícil e inesperada que sea. Y como siempre en la vida, hay que tomar una decisión, porque una decisión es mejor que ninguna y ponerse en marcha de nuevo.
Bien, no hay camino, me di cuenta después de estar corriendo durante una hora y media por un valle estrecho de un lado a otro. No quería desandar el camino de medio día pero tampoco quería continuar por este terreno lleno arbustos y matorrales. Entonces, ¿qué hacer?
Alguien dijo una vez: “si quieres tener éxito, aumenta tus fracasos”.
Solo así aprendemos, errando. Ya perdí el camino en otras ocasiones y esta no iba a ser la última. Esta vez estaba preparado. Sabía que era posible encontrar un paso por la montaña, además, disponía de comida y tiempo suficiente y lo más importante: mapas.

Conocía cual era mi objetivo, ahora tenía que leer los mapas y interpretar el terreno. Me moví sin prisa, quizá demasiado lento, pero al menos, siempre adelante. Fui a parar a un acantilado de paredes verticales y me asusté. En el mapa no aparecía así. Al final logré encontrar un paso hacía abajo. Las piedras sueltas suponían un peligro pero por suerte las raíces de los arbustos eran fuertes y me pude ayudar de ellas. Y de vueltas con la vida, otra vez. En cada situación, por complicada que sea, siempre hay algo positivo. En este caso fueron dos cóndores. Volaban muy próximos a mi por lo que los pude contemplar con bastante detalle. El nido debía estar cerca y eso podría suponerme un problema pero el vuelo me pareció más de reconocimiento que otra cosa. Así que valió mucho la pena el haberme perdido.

Cuando transitamos por la vida por el camino más fácil, normalmente, no suceden cosas interesantes. Así que para hacer mi viaje más emocionante, para romper con la monotonía me tuve que inventar ideas, más o menos, divertidas.
De manera que cuando llegué al primer pueblo, después de varios días de andar en solitario se me ocurrió la primera. No me gusta ir de compras, los grandes almacenes, las rebajas... Pero esta vez quise ver si era capaz de competir con las grandes campeonas en esta disciplina: las mujeres.
Entré en un supermercado porque tenía que abastecerme. Tras pagar la compra, salí con un carrito, mi mochila dentro y las bolsas de la compra encima y me dirigí a la parada de taxis. Cuando los vigilantes ya no me miraban di la vuelta a la esquina y empujé el carrito dos calles más allá. Después me encaminé hacía el centro del pueblo y desde allí hacía las afueras. ¡Lo conseguí! nadie me sigue aquí. El carrito fue mi nueva incorporación.
Mi nueva incorporación era muy ruidosa y no era fácil manejarla, iba de un lado para otro y tenía problemas por no chocarme contra los bordillos. Continué por una carretera estrecha y con mucho tráfico. Algunos conductores me pitaban. Iba incómodo, me estaba poniendo cada vez más nervioso. Pensé en colocar a Grazyna (mi pato y fiel compañero), ya recuperado, en lo alto del carrito para que su chillón color amarillo llamase la atención de los conductores. Y así, poco a poco, logramos salir de la ciudad. Cuando terminó la carretera asfaltada, volvió la sonrisa a mi cara. Pero cuando yo empiezo una cosa, lo hago hasta el final. Gente de allí me dijeron que se podía continuar 10 km más, pero era, otra vez, una carretera asfaltada. Así que empujé el carrito. Y seguí empujando con la esperanza de que se acabara pronto el asfalto y por fin, tras 4 días y 180 km llegué a un camino de montaña, lejos de poblados.

  ¡Qué gran alegría! Imagínense que pensaron los lugareños al ver pasar a un tío, empujando un carrito de la compra, con sus cosas dentro y un patito hinchable señalando el camino. ¡Me tomaron por un loco! Sobretodo cuando bajaba a toda pastilla sobre el carrito, a modo de patinete, dirigiendo y frenando con los pies. Esta nueva manera de moverme me permitía no tener que cargar con mi mochila, ir más rápido y otra de las cosas positivas es que algunos conductores se paraban para hablar o por si acaso tenían que llamar a un loquero. Alguno de ellos, incluso, me invitó a su casa. Pero lo más importante de todo es que me lo pasé muy bien.

Cuando tuve que despedirme de mi carrito por las características de la carretera noté que algo me faltaba. Que no se me malinterprete, voy bien con la mochila a mis espaldas, simplemente, decidí hacer el último tramo de la carretera de otra manera.
Por lo tanto, cuando llegué al siguiente pueblo, entré en una tienda y detrás de la sección de comida vi clavos, una escalera, una sierra mecánica y una plancha metálica azul. Esto era parte de algo más grande. Los empleados me miraron asustados, pero cuando se acordaron de que me habían visto unos días antes empujando un carrito y con un pato de goma amarillo les hice gracia y se dispusieron a ayudarme a construir mi nuevo vehículo, prestándome las herramientas necesarias. Tras media hora de trabajo, salí orgulloso de la tienda con mi flamante carretilla.

  Dos días después me di cuenta de lo idiota que había sido. Los brazos me dolían una barbaridad. Incluso para mirar el reloj tenía que parar porque tenía las dos manos ocupadas. Pero, poco a poco me fui adaptando a mi nuevo medio de transporte. Unas pruebas buscando el equilibrio de la carretilla y ya pude saludar a los conductores que me cruzaba (la mayoría de lejos, por si acaso). Sin embargo, alguno sentía curiosidad por un tipo que cargaba una carretilla con una pato hinchable dentro y se acercaba a charlar conmigo y se despedía con una sonrisa. Así, recorrí 193 km, casi una semana. Me dolió dejarla.

Muchas gracias por todo a Víctor, Felipe, Jorge y María.

Precios en dolares australianos
pais dias alimento alojamiento pagado (numero) permisos, admisiones guias equipo compra, alquiler equipo y otras flete *transporte otro total
Chile 22 $605 (5) $91 $0 $0 $96 $0 $0 $42 $834
equipaje - bidon, caretilla, Buff

 

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