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Expedición con el apoyo de la colegio de Sydney

America del Sur sin motor

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7 etapa - Pumalin

fecha de inicio actividad pais lugar desde - hasta dias km km/ dia comentario
28.03.2013
empujar de caretilla
Chile
Chaiten - Volcano Michinmahuida sendero
1
29
29
Empiece después 2 por la tarde
29.03.2013
caminar con mochila, inflatable bote
Parque Nacional Pumalin
Volcano Michinmahuida sendero - Leptepu
4.5
70
15
bosque muy denso
02.04.2013
kayak, caminar, bicicleta
Parque Nacional Pumalin
Leptepu - Hornopiren
2.5
99
39
0
05.04.2013
mal tiempo
Hornopiren
1
0
0
mucho lluvia, fuerte viento
06.04.2013
caminar
Parque Nacional Hornopiren
Hornopiren - Chochamo
2.5
92
36
empieza nueva etapa lo mismo día
Total:
11.5
290
25

 

Semana Santa... Santa semana.

Fue una semana inesperadamente difícil pero, a la vez, fantástica. La línea que separa una aventura de un riesgo innecesario es extremadamente fina. Por un lado, quien no se arriesga no gana, pero por otra parte ¿hace falta arriesgar?

El parque Pumalin teóricamente era uno de los puntos más difíciles de mi viaje. Me estuve informando previamente. Envié decenas de mensajes y correos electrónicos pidiendo consejo. Solo dos personas me contestaron que atravesarlo era muy complicado pero no imposible. Las otras respuestas fueron en la dirección que solo un loco sería capaz de adentrarse en los frondosos bosques, escalar rocas que solo expertos se atreverían, cruzar ríos de aguas bravas, soportar el frío... Basta para que una persona me diga que es posible para que allá vaya.
Así, con el machete en una mano y mi corazón en un puño me metí en el bosque. Las dos noches anteriores no pude pegar ojo pensando: ¿qué cojones hago yo aquí? Pero el miedo se iba desvaneciendo a medida que la aventura iba empezando, como cuando nos enfrentamos a un examen.

Jueves Santo.
La última cena. Me despido de mi carretilla. No la beso no vaya a ser que me traicione...

Viernes Santo.
Me alejo del camino oficial y me adentro en un denso bosque, el cual me presenta múltiples dificultades: helechos desgarrados, barreras de bambú, troncos caídos, paredes verticales, terreno fangoso, caudalosos ríos... Durante la primera hora de la batalla solo conseguí avanzar 300 metros. Además estaba empapado. Quise volver atrás. Tuve dudas, quizás los que pensaban que no era posible tenían razón.
Afortunadamente en un bosque virgen nada es igual durante mucho tiempo. Salía de Guatemala para ir a “Guatepeor”. Pero los cambios, al final, siempre son para mejor; el bosque es precioso y ofrece una gran variedad de olores y colores. Hay que disfrutarlo con calma. Quien se da prisa pierde el tiempo, dicen en la Patagonia. Además había ganado un poco de experiencia y empecé a tomar mejores decisiones, con mayor rapidez y valentía.

El mapa no me sirve con la niebla pero la brújula me ayuda a mantener la dirección correcta aún así me doy de cruces con un barranco casi insalvable cuyo río baja hacía al oeste. ¿Qué más necesito hacer para poder encontrar un paso que me permita seguir mi camino por el río pero en la dirección opuesta?
Cuando finalmente soluciono mis problemas de orientación, aparece otro: ¿cómo no romperse una pierna intentando esquivar la gran cantidad de árboles caídos que me encuentro en mi camino? Muchos de ellos están podridos y es muy fácil que se rompan con solo poner un pie encima. Al final comprendí lo que significa la tierra esponjosa bajo raíces débiles cuando no puedes ver el suelo oculto bajo un grueso arbusto. ¿Continuar por el río? Demasiado caudaloso y bravo. ¿Por las montañas? Bosques muy densos, grandes desniveles, arbustos afilados. No fue nada fácil pero poco a poco iba avanzando y eso era lo más importante.

Sábado.
Me tuve que vestir con las ropas húmedas todavía porque siempre hay que mantener una muda seca para poder dormir caliente. Así que me moví rápidamente para entrar en calor. Guardé mi machete en la bolsa porque si me caía no quería clavármelo. Me caí muchas veces y al final acabé rompiendo uno de mis palos. El segundo palo lo perdí en un río, se lo llevó la corriente. Los palos me eran de gran ayuda, me servían para mantener el equilibrio, tantear el terreno que no hubieran agujeros o para saber la profundidad de los ríos. La esterilla también la perdí, no tengo más remedio que utilizar mi poncho como aislante a la hora de dormir.

Domingo de Ramos.
Algo me pica en el hombro. Me quema. ¡Ostía! ¡Noto un mordisco! ¡Joder! ¡Otro! Empiezo a sacudirme y una araña me cae en el brazo y me vuelve a morder por tercera vez. El dolor físico no es problema pero me preocupa estar tan lejos de cualquier tipo de ayuda. Me tomo una pastilla antihistamínica por si pudiera neutralizar algún posible veneno. Analizo mis conocimientos -en la Patagonia hay dos tipos de arañas de picadura letal: la viuda negra y la otra no la conozco. Contemplo mi herida, se trata de un mordisco aislado, no aprecio las dos marcas de sus pinzas. Supongo que la araña cayó encima mío al haber roto su tela de araña. Me quedo más tranquilo porque las que viven en los árboles no son tan venenosas como las de tierra. La araña era muy pequeña. Sobreviviré. Fue la araña de Pascuas.
Al final del día tengo un premio: el río principal. Cojo mi bote hinchable y durante los siguientes 9 km (a 3km/h) soy un tipo feliz. Me gustaría ir un poco más despacio y que no hubieran tantas olas pero creo que esto esta fuera de mi control. El agua entra dentro del bote y acabado empapado. Me veo obligado a acampar antes de lo normal por el riesgo de hipotermia.

Lunes de Pascua.

Sigo descendiendo por el río, estoy contento de no tener que caminar. El río es poco profundo, ancho y tranquilo y por eso me permito ir con los pies por fuera del bote utilizándolos para evitar chocar con las rocas que puedan haber bajo el agua. El rio, en este tramo, tiene solamente una ligera caída de 16 metros en los siguientes 4 km. Nada extraordinario podría suceder...
De repente, se hace el silencio. Bebo un trago de agua y me agarro a una rama. Vuelvo poner todos mis sentidos en captar en el ambiente que es lo que está pasando, oigo un rumor, es el ruido de una cascada. Todo pasa muy deprisa, como si estuviera dentro de una película, la corriente se enfurece y me tira del bote, la débil cuerda con la que me había amarrado a un árbol caído se rompe. Salgo del agua como puedo, entre rocas y troncos y veo como mi bote se lo lleva la corriente y en un momento desaparece tras un recodo del río. No puedo correr tras él con unas botas que pesan toneladas.
Ya sabía lo que había pasado. Muchos troncos llevados allí por la corriente se habían estancado y habían estrechado el curso del río, embraveciéndolo. No pude escapar a esa trampa, quedé atrapado. La fuerza del río empujaba mi débil bote y yo no podía moverlo. Es inútil luchar contra la Naturaleza. Ahora me encontraba solo, agarrado a un árbol en medio de un río, sin equipo, desamparado...
Suerte que no perdí la cabeza. No tenía tiempo para ello. Tenía que recuperar mi bote, con todo el material dentro. Crucé el río por una zona más tranquila y empecé a correr como un loco por la orilla río abajo, de esta manera también me mantenía caliente después del remojón. Tuve que darme mucha prisa (contradiciendo el refrán patagónico, esta era una situación excepcional) porque si no encontraba mi bote, con todo dentro, tendría que empezar a pensar en un lugar seguro donde pasar la noche.
Una hora después, desde la distancia, me pareció apreciar como una de las rocas brillaba de una manera diferente a las demás. Corrí como alma que lleva el diablo, el corazón se me salía del pecho. Sería una piedra o.... ¡no! ¡Era mi bote! Fue uno de los momentos mas maravillosos del viaje. Naturalmente estaba en la otra orilla y otra vez tuve que mojarme para cruzar el río y llegar a él, nadar un poquito pero después de todo; este Lunes de Pascua será siempre recordado.

Después de secarme y descansar un poco tuve que ponerme en marcha otra vez. Lo más fácil era continuar por el río pero no quería verlo más y decidí ir por el bosque (uno de los peores que había visto en mi vida). Blandiendo el machete a izquierda y derecha para abrirme paso, avanzaba a medio kilómetro a la hora. Quería evitar a toda costa acercarme a la casa del millonario Douglas Thompkins que no me había permitido atravesar su parque (Pumalin es uno de los parques naturales privados más grandes del mundo) pero estaba tan cansado que mis piernas decidieron por mi y me llevaron hacia su residencia.
Afortunadamente el señor Thompkins no estaba en casa. Su jardinero, Vicente, me acogió. Me dio de comer, me duché y pude dormir en una cómoda cama. Vicente trabaja allí desde hace 20 años y nunca había conocido a nadie que hubiera atravesado la montaña a pie, tampoco tenía muchas visitas de turistas por allí. Tuve que esperar un día para poder continuar mi camino, el río aún bajaba muy fuerte y no quería más sorpresas.
En la vida solemos cometer estupideces que luego nos avergüenzan, incluso, algunas veces volvemos a repetirlas. Me da mucha vergüenza haber subestimado la fuerza de un río que parecía manso. Actué irresponsablemente. Arriesgué demasiado. Son cosas que debo aprender de cara al futuro.

Sin duda, este fue, de largo, el trekking más duro de toda mi vida. Lo peor fue saber que no estaba siendo divertido, no era un juego y que una vez estás dentro ya no puedes volver a atrás. Fue una gran experiencia, mentalmente me hizo más fuerte, saber que fui capaz de atravesar un bosque tan denso y peligroso me reconfortaba.

Después de Semana Santa.
Tuve que llamar varias veces por teléfono vía satélite para cambiar la fecha del encuentro con Robert. Necesité cinco días en lugar de tres (por suerte tenía reservas de comida suficientes). Robert llegó en ferry al punto de encuentro y al poco tiempo ya estábamos sobre nuestros kayaks cruzando los fiordos. Al principio tuvimos bastante viento y olas. Después se hizo la calma. Silencio. Paz. Relax. Bañándonos en aguas termales. Continuamos. Cae la noche, sobre nosotros miles de estrellas, la Via Láctea, el mar como un espejo, solo se escucha el rumor de nuestros remos y nuestros pensamientos. Pasada la medianoche comemos una deliciosa cena cocinada en un fuego en una playa desierta.

Al día siguiente nos dan la bienvenida unos delfines que nos rondan. Un poco más tarde unos pinguinos nos observan desde la orilla. El mar está muy tranquilo, es una maravilla. Nos acercamos a una colonia de leones marinos y éstos se meten en el agua con curiosidad para vigilarnos de cerca.
También puedo ver por primera vez como sube la marea y como el mar va cubriendo la playa como si fuera una película a cámara rápida. Al final, empieza a llover pero lo más importante es que no hay noticia del viento y ni de las olas.

El kayak ha sido una nueva experiencia para mi, una cosa más . Fue una suerte para mi poder viajar con Robert. Es un guía ideal, sabe mucho, cocina muy bien, tiene buen sentido del humor y un montón de ideas. El kayaking no es la forma más barata de visitar estos parajes, pero dentro de este negocio de Patagonia El Cobre es una de las mejores maneras de diferenciarse de la competencia. Para los que visiten Hornopiren recomiendo pasar por este camping gestionado bajo criterios ecológicos.

  Tenía que llegar a Cochamo donde me estaba esperando mi bicicleta. Podía ir bordeando la costa o por una ruta más corta por las montañas, eso sí, sin caminos... Pensé que no había sufrido demasiadas penalidades porque decidí ir por el bosque a través. Gente de la zona me habían un informado ligeramente pero aún así me acabé perdiendo. Cuando me vi otra vez ante una cascada, agarrado a las lianas de un árbol para no caerme intenté observarme como si fuera otra persona; aquí hay un tío, en medio del bosque, colgado de un árbol y se está riendo. ¿de qué? Me pregunto. Luego se puso a llover tan fuerte que no pude ni encender un fuego, así que me olvidé de una cena caliente. No importaba porque resulta que uno de los árboles más viejos del mundo, el Alerce, vive por aquí, orgulloso e imponente. A pesar que caminar a través de frondosos bosques fue extremadamente dificultoso creo que lo voy a echar de menos.
Algún día volveré...

Muchas gracias a Vicente, Robert y Pablo.

Precios en dolares australianos
pais dias alimento alojamiento pagado (numero) permisos, admisiones guias equipo compra, alquiler equipo y otras flete *transporte otro total
Chile 11.5 $333 (2) $15 $10 $211 $340 $96 $0 $32 $1,037
alquilar kayak con guía para 3 días
enviar equipaje
baños caliente entrada
caja enviar para Santiago
comprar machete

 

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