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Expedición con el apoyo de la colegio de Sydney

America del Sur sin motor

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15 etapa - Rio Beni

fecha de inicio actividad pais lugar desde - hasta dias km km/ dia comentario
16.08.2013
preparación
Bolivia
Rurrenabaque
1
0
0
comprar canoa y equipaje por el mes
17.08.2013
caminar
Rurrenabaque
1
10
10
mas compras y remo
18.08.2013
canoa, bicicleta
Rurrenabaque - Puerto Motor
1
18
18
después cataratas en el rio
19.08.2013
canoa
Rio Beni
Puerto Motor - Riberalta
13
860
66
3 días con pescadores
01.09.2013
descansar
Riberalta
1
0
0
vender la canoa
total
17
894
52

Nos separa un mundo, pero nos une el río.

        Él: un pescador de un pueblecito boliviano sin luz eléctrica. Apenas ha salido de aquí pero tampoco le interesa ver otras partes de Bolivia, ni más allá. Eso sí, conoce el río mejor que nadie.
   Romualdo está sentado en su pequeńa barca de no más de 8 metros con la pagaya al lado. Para comer tiene arroz y un trozo de carne. Duerme al raso, bajo las estrellas y una mosquitera.

Yo: el típico urbanita que no sabe ni pescar, ni como cocinar un pez. Quiero conocer mundo, ir más allá. Estoy por primera vez ante este río
    Mi canoa es dos veces más pequeńa y tengo un remo de pala doble de plástico que no usa nadie por aquí. Llevo 60 kg de alimentos y un equipo de camping bastante moderno además de una placa fotovoltaica que me permite cargar los aparatos eléctricos.

         Nuestros motivos de la travesía no tienen nada que ver. Los míos son la curiosidad y el afán de vivir experiencias. Los del indio son forzados: tuvo que dejar su casa porque alguien le había robado su barco de motor la noche pasada y pretende cruzarse todo el río hasta encontrar, sino ya el barco, sus utensilios de pesca al menos. Toda su familia vive de la pesca. Es su modo de vida.

El destino nos juntó en medio del río Beni, la fuerte corriente de las tierras bajas bolivianas. Aunque seamos de dos mundos distintos, había algo que nos hizo entablar una relación. Enseguida él se ganó todo mi respeto y admiración por su honestidad, su modestia y su fuerza de voluntad (a diferencia de muchos paisanos suyos que solo querían tomarme el pelo). Con Romualdo tenía conversaciones interesantes, pude aprender mucho de él. Era sincero, no intentaba engańarme. Si algo no me gustaba podía decir “no” y cuando no entendía lo que me decía me hacía seńas para que no hubieran dudas.
       Me alegraba mucho cuando aceptaba algo que yo le pudiera ofrecer. Los tres días que pasamos juntos me aportaron más cosas que los 10 que anduve en solitario. Sentí que no solo nos unía el río y las circunstancias sinó que había algo más.

El viaje por el río ha sido uno de mis desafíos más grandes. Me preparé a conciencia, aunque quizá solo fuera teóricamente...

Preparativos:
En Rurrenabaque busqué una canoa y confiado compré la primera que ví. Una canoa pequeńa, de tres metros y medio, muy ligera, ágil, estable y rápida. Salí a probarla y rompí la quilla. Mal asunto. La tuve que reparar pero no hubo problema. Lo que me costó más fue aprender la técnica para manejar la pagaya. Tenía sus dificultades así que un carpintero improvisó con un travesańo y dos palas y me hizo un remo más largo y más fácil de maniobrar.
 La gente no me daba muchos ánimos precisamente. Intentaban asustarme explicándome los muchos peligros que esconde el río. Al final lo consiguieron y decidí contratar un guía durante los primeros días de la travesía. Fuimos al mercado y compré comida para todo un mes.
  Me dijeron que para navegar por el río necesitaría un permiso de la Marina. Evidentemente estos tramites suponían una pérdida de tiempo importante además de no garantizar nada. Así que no hablé mucho de mis planes y abandoné el pueblo, río abajo, en silencio.

Salida nula.
  Hora de partir. Vengo con mis “cositas” a la canoa y cuando llego me dice el guía que la canoa no es lo suficiente grande para dos personas con todo ese equipaje. Al menos no es suficientemente grande para sortear con seguridad los rápidos cercanos. De puta madre! Y me lo dice ahora? Ha tenido dos días para darse cuenta de ello. Él había visto la canoa y mi equipaje por la mańana!
  Tuve que ir corriendo en busca de un taxi que me llevase todas mis maletas. Yo iría en bicicleta. El guía en canoa por el río. Vaya desbarajuste!
 Cada uno por un lado. El plan era encontrarnos todos, mis maletas, el guía y yo pasados los rápidos. Pero no continuamos juntos. Mi equipaje y yo si. Carlos el guía, no. Por diferentes motivos. Primero pospuso la salida para el día siguiente ya que decía que en esos momentos no podía. Dormimos entonces. Cuando desperté a Carlos a las 8 de la mańana, se dio la vuelta, dándome la espalda y siguió roncando. Le pago por días al desgraciado!
Así que cogí los bártulos, le desperté para decirle “adiós” y me fui yo solito.

Peligros.
Estrés. Sobreviví al primer giro ayudándome de un tronco que había en el agua. Las olas tampoco me hicieron caer. A veces alguna corriente más rápida me empujaba con fuerza pero manteniendo la proa de la canoa recta no hubo mayor problema.
 Mi idea era mantenerme en medio del río y que la corriente me llevara. Pero la corriente más fuerte muchas veces iba por los lados del cauce. A la hora de afrontar las curvas tenía dos opciones. Una era ir por el ángulo corto pero corría el riesgo de quedar atrapado por la bajura. La otra posibilidad era ir por el ángulo externo, más rápida pero también más larga. Aprendí a interpretar el río. La corriente era tranquila, el río desciende unos 5 cm cada kilómetro (40m en 900 km).
     Más complicado fue el tema de los troncos. Los que veía sobre la superficie no tenía problemas en sortearlos, pero había que tener los ojos bien abiertos por si chocaba con alguno semihundido. Reconocía las irregularidades en la superficie del agua y sus rumores extrańos cuando se acercaba algo inesperado. Los oídos también tuvieron que trabajar mucho.
Bajuras. Si entrabas a una excesiva velocidad era fácil que una canoa larga y estrecha se girase y caerse al agua. Encallé varias veces, entonces salía del bote y empujaba la canoa hacia aguas más profundas. Cada día tenía más práctica.
    Remolinos. En temporada seca no hay problemas.
    Olas. No era consciente de su fuerza. En una ocasión el viento viró violentamente dándome de costado, grandes olas de medio metro entraban por mi borda, el balanceo fue peligroso pero esto solo me ocurrió una vez.
   El viento. El río serpentea en toda su trayectoria. En linea recta serían solo 410 km pero la realidad lo convierte en un recorrido de 880 km. Eso significa que el viento nunca sopla mucho tiempo ni en la misma dirección ni con la misma intensidad. Dos veces me tocó remar como un atleta en busca del oro olímpico contra el viento que me volteó y me puso en contra dirección.

Animales.
Jaguares, anacondas, tapires, pirańas, osos hormigueros, tucanes... La lista de animales que me gustaría ver es interminable pero desafortunadamente no pude ver a ninguno de ellos aunque sentía su presencia cerca.
   Sin embargo si que vi a tortugas calentándose al sol, un carpincho y algunos caimanes. Y por supuesto un montón de pájaros y millones de mosquitos. No sabía muy bien como actuarían ellos al saber que mi barco olía tan bien a comida. Así que la primera noche alejé toda la comida de la tienda por si acaso. Prefería que se comieran mi comida a que yo fuera su comida. Un consejo que me dieron fue:
    - "ata bien la canoa."
   Ok. Pero, żqué significa atarlo bien? Para asegurarme metí toda el bote en la arena y eso son 80 kg de diversión. Después busqué unas estacas a las que anclar la canoa pero como tampoco confío en mi capacidad para hacer nudos fui a por un tronco más pesado para que hiciera de freno.
Una tarde estaba tranquilamente buscando una playa en la que acampar.
   - "oh!, aquí hay buena arena, no hay aguas bajas en las que me pueda quedar encallado, además hay dos bonitos troncos en la playa..."
  Me acerqué y vi como los dos troncos desparecían bajo el agua... Eran dos caimanes!!
  Me avisaron del riesgo de ir andando por la orilla. Es el coto de caza de estos reptiles. Pero żqué haríais si os hubierais olvidado algo muy importante dentro del bote y lo único que vierais en la oscuridad fueran los ojos de los caimanes saliendo del agua?

Las condiciones.
Amo el sol y el calor pero claro, todo tiene un límite. No me gustaba asarme como un pollo durante todo el día bajo el sol además de recibir una dosis extra de insolación por el reflejo de los rayos solares sobre la superficie del agua. Así que me apańé un parasol en el bote. Me fue de gran ayuda solo tenía que quitarlo en los momentos que el viento soplaba fuerte.
  El viaje fue programado para ir en la estación seca, así que imaginad mi cara cuando en la quinta jornada empezó a llover tan fuerte que durante dos días agradecí mi parasol como nuevo paraguas. Desgraciadamente no pude proteger todas mis cosas adecuadamente y muchas de ellas se convirtieron en inútiles. Empecé a maldecir y a soltar tacos por la boca. No sabía que la lluvia me sería de gran utilidad más adelante...
   Tenía dos opciones o técnicas de remo. Podía ir de pie pero resultaba más efectivo hacerlo sentado, más efectivo no significa más cómodo, el culo me dolía una barbaridad, la colchoneta que utilizaba a modo de cojín ya no hacía su función.
    Llevaba los pies descalzos dentro del bote, donde siempre había agua, los pies siempre húmedos era fácil que agarrara una infección y así sucedió. El pie derecho se me hinchó y sangraba. No podía caminar. Hasta que no lo tuve en alto, sobre la madera, seco y limpio no empezó a mejorar. Pero más que los pies lo que más necesitaba eran mis brazos. Me dolieron igual que el culo y los pies pero a fuerza de trabajar se fueron acostumbrando al esfuerzo.
Antes de encontrarme con mi amigo Romualdo, el pescador, adapté mi ritmo a la vida de los mosquitos. Cuando ellos aún dormían eran cuando yo me ponía en marcha y tenía que descansar, montar mi campamento y cocinar cuando estaban menos activos. Iba sin horario. En mi barquita aún podía ir leyendo de vez en cuando y también podía aprovechar para cocinar.
    Casi siempre allá donde he ido he bebido el agua corriente de los grifos, fuentes y arroyos. Pero aquí, el color marrón del río y saber que los indios lo utilizan también como lavandería y aseo no invitaba a beberla directamente, de manera que me vi obligado a filtrarla, eso significaba 100 movimientos de la bomba cada media hora, un trabajo duro. Cada trago de agua valía su peso en oro. Pero durante el viaje perdí el sello del filtro y ya no me servía para nada, así que no me quedó otra solución que acercarme a las aldeas y preguntar si tenían fuentes.
     No me gusta la sensación de tener un montón de protección solar sobre mi piel mezclada con litros de sudor y luego tener que ańadir una crema grasienta contra los mosquitos (80%). Así que entré en la tienda sobre las 18:30, unos diez minutos antes del ataque desenfrenado y total de estas sanguijuelas voladoras portadoras de enfermedades. Estaba seguro bajo la mosquitera pero el calor que hacía dentro era insoportable. Mi tienda parecía una sauna, sudaba a chorros pero no podía salir bajo ningún concepto si tenía el más mínimo aprecio por mi vida. Afuera me esperaban un millón de pequeńos cabrones con alas dispuestos a atacarme como los kamikazes japoneses en la segunda guerra mundial.

Un guińo del destino.
Perdí mi cámara fotográfica. Se me debió caer del bolsillo en algún momento en el que me levantaba en mi canoa. Qué rabia! Otra vez me acordé de todos los santos, de todas las putas... Echaba sapos por la boca! Pasó una media hora y llegué a un recodo del río donde la corriente se estrechaba y se hacía más rápida, me agarré a un tronco caído y me frené y entonces pude ver como varios objetos me adelantaban. Allí estaba!! Pude reconocer mi cámara dentro de una bolsa impermeable. Ese fue el milagro del Bení. Lástima que el milagro no fuera completo ya que había entrado agua en el interior de la bolsa y la cámara fotográfica ya no funcionaba. Tuve que aprender a hacer funcionar la cámara de mi smartphone.
     Uno de los materiales que utilicé para prepararme la travesía eran fotos aéreas de los ańos 70. El río, en su recorrido hace muchas eses. Serpentea. A veces, atravesando linea recta serían 400 metros, pero navegando y teniendo que bordear la tierra se pueden convertir en unos 15 km. Pero el agua durante los últimos 40 ańos ha ido erosionando el terreno que antes, durante millones de ańos, los sedimentos se habían encargado de asentar y así abrió un nuevo canal, convirtiendo el meandro en un cauce recto y ancho con una isla en medio, que me permitió ahorrarme 25 km de esfuerzo.
     Me encontré con un indígena, una de las cosas más interesantes que te pueden suceder en el río. Fue un regalo. De repente tuve un experto compańero, una persona muy sabia de la que aprendí mucho.
    - "Mister, salimos, el agua se ha levantado. Me dijo un día que habíamos acampado juntos."
    - "Si son las dos de la madrugada, żeste tío esta borracho?" - pensé.
A mi me habían aconsejado no navegar durante la noche pero con él no hubo ningún problema. Unió las dos canoas, una al lado de la otra y dejó que la suave corriente nos llevara. Unicamente teníamos que preocuparnos por esquivar algún tronco que había suelto por ahí. Silencio absoluto, una suave brisa, la luna... Hablábamos en voz baja, contemplábamos las estrellas (algunas fugaces), sońábamos, comíamos pomelos dulces... Relax total. Solo sus historias sobre ataques de anacondas dieron un poco de emoción al momento. Después no podía dejar de mirar el agua por si aparecía del fondo del rio una anaconda que quisiera zamparse a este pobre polaco. La imaginación al poder.
    Cuando nuestros caminos se separaron seguí sus consejos y empecé a navegar como lo hacía él, iniciando el día antes de la salida del sol y hasta la noche, con una breve pausa después del almuerzo. La lluvia subió el cauce del río y eso hizo que la corriente aumentara durante un día, mi velocidad media creció a 8 km/h. Aproveché esta oportunidad que me brindaba la lluvia y al final solo necesité 13 días para recorrer los 861 km en lugar de los 30 días planeados con anterioridad.
    Un día me puse el reto de recorrer 100 km del tirón. Lo conseguí pero acabé tarde, el sol ya se estaba poniendo y no encontraba un sitio seguro para acampar. Cuando ya se hizo noche cerrada me desorienté, no sabía a dónde me llevaba la corriente ni a que distancia estaba de las orillas. Al final, tras media hora de ir a la deriva, tuve suerte y pude encontrar una playa en la que descansar.

Fuego.
El fuego y yo no nos llevamos bien. Tiene algo que junto a mi despiste generalizado provoca accidentes. Hace tiempo, en un glaciar, estábamos en la tienda un amigo y un guía y casi los mato al provocar una explosión con la cocina de gas.
     En otra ocasión, casi quemo el desierto - que ya es difícil - Gracias a Dios conseguimos apagar el incendio que había provocado antes de que el viento lo propagara y fuéramos la portada de los periódicos del día siguiente.
    Aquí, en el río, la tradición se mantiene. Busqué un buen sitio con sombra para almorzar tranquilamente pero no había mucha madera para el fuego. Lo encendí pero a duras penas podía mantenerlo vivo. Así que tuve la genial idea de ayudarme con un poquito de alcohol. Rocié la moribunda fogata con un chorro de alcohol. Demasiado. En un segundo el fuego subió alcanzando la mano que sujetaba la botella de alcohol. Me empecé a quemar, instintivamente sacudía mi mano ardiente lo que fue un error ya que algunas gotas de alcohol salpicaron mi ropa y aquello ya parecía la muerte de Juana de Arco. Me estaba quemando vivo! Empecé una danza absurda (la danza del fuego?) hasta que me tiré al agua y por fin pude evitar que los caimanes cenaran esa noche carne humana asada. Me quedé un rato en el agua para enfriar mi piel quemada. Afortunadamente no fue para tanto, solo quedaron unos agujeros sexys en mis pantalones. Bueno, sexys no para todo el mundo; al primer hostal que fui para descansar después del viaje la mujer que atendía me miró de arriba a abajo y me dijo “no hay habitaciones libres”. Pero yo sé que si había...

Muchas gracias por la ayuda a los dos expertos polacos en el río Bení: Piotr Opacian y Marcin Obalek. Gracias también por los útiles consejos que me dio la gente de Rurrenabaque. Gracias!!

Precios en dolares australianos
pais dias alimento alojamiento pagado (numero) permisos, admisiones guias equipo compra, alquiler equipo y otras flete *transporte otro total
Bolivia 17 $214 (4) $22 $0 $0 $142 $137 $0 $66 $581
compra canoa - $102
accesorias, remo, trabajo - $69
vende canoa - $29

 

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